Claves del apego y su relación con la salud mental
Durante la primera infancia las experiencias de apego son extremadamente importantes, influirán en los ámbitos más importantes de nuestra vida. Si el apego llega a ser traumático, puede conducirnos a un vínculo desorganizado y, en algunos casos a trastornos graves. Por ello es indispensable la prevención, la educación a futuros padres y madres, e incluso programas de intervención clínica especializada a fin de adquirir un apego seguro lo antes posible. En el siguiente artículo haremos un repaso a la teoría del apego y sus investigaciones más significativas, sus estilos, su influencia en el amor y en la edad adulta, así como su relación con algunas psicopatologías y con la psicoterapia. Esperamos que te sea de gran utilidad.
John Bowlby y la teoría del apego
La teoría del apego fue desarrollada por el Dr. John Bowlby, psiquiatra y psicoanalista de niños. Esta teoría describe cómo las experiencias tempranas y la relación con la primera figura vincular influyen en el desarrollo del niño.
Su trabajo estuvo muy influenciado por los estudios de Konrad Lorenz (teoría instintiva), donde se constataba como las aves desarrollaban un vínculo muy fuerte con la madre, sin que el alimento estuviera por medio. Sin embargo, quien le impulsó de manera decisiva en la construcción de su teoría fue Harry Harlow con sus experimentos con monos, y su descubrimiento de la necesidad universal de contacto.
El apego empieza con la primera relación que establecemos al nacer, con nuestra madre o con un cuidador principal, que se encargará de responder a nuestras señales o reacciones emocionales. Estos lazos afectivos que se establecen y perduran en el tiempo nos hacen sentir los primeros sentimientos positivos como el afecto, la seguridad, y la confianza, o negativos como el miedo, la inseguridad y el abandono. Es un proceso que sirve de base a todas nuestras relaciones afectivas en la vida y, en general, a todas las relaciones entre miembros de la misma especie. Este vínculo hacia personas significativas nos acompañará toda la vida (Bowlby, 1969, 1973).
La teoría del apego es considerada uno de los conceptos más revolucionarios acerca del desarrollo infantil de los últimos 60 años, vigente a día de hoy. La gran mayoría de investigaciones actuales apuntan hacia el apego desorganizado o la carencia de éste, así como al vínculo seguro y la capacidad de resiliencia frente a eventos estresantes o de pérdida.
Importancia y clasificación de los estilos de apego en la infancia
Es a la edad de los 0 a 3 años, cuando desarrollamos al máximo nuestra capacidad cerebral. Se produce una proliferación neuronal y posteriormente una poda neuronal, en la cual las conexiones no usadas desaparecen. Es en este periodo crítico del desarrollo donde se fundamenta nuestro desarrollo cognitivo, psicosocial, emocional, conductual y la capacidad de vinculación afectiva (Banz y Dörr, 2010; Moneta, 2014).
Fue la psicóloga estadounidense Mary Ainsworth, quien gracias a su investigación centrada los efectos de la separación maternal sobre el desarrollo de la personalidad en los niños, encuentra tres estilos de apego principales, ampliando así la teoría del apego. Posteriormente se añadirá un cuarto. Hagamos un repaso a los principales estilos de apego.
Hay un vínculo o apego seguro cuando el bebé experimenta que su persona de referencia está ahí para atenderle y que no le dejará a la deriva si se escucha su llanto. Construirá un esquema mental sobre las expectativas con el comportamiento de la madre que ayudará a crear su imagen propia. Si la madre atiende poco a las demandas de atención de su bebé, éste se sentirá muy estresado como si supiese que si muestra los sentimientos apropiados de la separación surgirá el rechazo, y por eso controla la expresión de estos sentimientos mostrándose evasivo, así desarrollará un apego inseguro evitativo hacia ella.
El apego inseguro ambivalente se presenta cuando el cuidador del bebé se comporta de manera inestable, es decir, algunas veces acude y otras ignora sus llamadas. El bebé se resiste al contacto pero sí que llega a presentar conductas de búsqueda de proximidad y contacto.
Finalmente, el bebé con apego desorganizado muestra la mayor inseguridad. Al regresar el cuidador puede reaccionar desde golpearle hasta besarle o llorar de manera exagerada. Podría decirse que se basa en una actuación negligente del cuidador. Cabe mencionar que según un meta análisis desarrollado en 1999 en la Universidad de Leiden a partir de 80 estudios internacionales, el 15 por ciento de los infantes de familias de clase media presentaban un patrón de apego desorganizado (Gaschler, 2013). De los cuatro estilos, éste será el más problemático, sin duda. Además, los niños con apego desorganizado tienen más probabilidades de convertirse en padres y madres que maltratan (Papalia et al., 2005).
También los otros dos estilos de apego inseguro repercuten de manera desfavorable sobre el desarrollo emocional, cognitivo y social del niño, ya que suponen un factor de riesgo de cara a posibles alteraciones de conducta futuras, se ha confirmado la relación entre los trastornos de apego y un mayor riesgo de padecer alguna psicopatología: trastorno de ansiedad, de pánico, depresión o adicción, entre otras muchas (Gaschler, 2013).
En definitiva, si desde recién nacidos podemos percibir a nuestro cuidador como una fuente de confort, apoyo y seguridad, más propensos seremos a desarrollar una imagen más positiva no sólo de nosotros mismos, sino de los demás.
Durante la infancia serán nuestros cuidadores la principal figura de apego aunque puedan aparecer otras figuras como nuestros hermanos, familiares o amigos. Posteriormente, durante la adolescencia, nuestros amigos/as irán ganando terreno en la jerarquía de las figuras de apego. En la juventud nuestros amigos/as y pareja estarán al mismo nivel que los padres, hasta que sea nuestra pareja estable la que se convierta en nuestra figura principal de apego (Lafuente, 1992; López, 1993).
Consecuencias del maltrato en la infancia
Moneta (2007) en su estudio sobre el apego, la resiliencia y la vulnerabilidad a enfermar, nos brinda una serie de conclusiones de gran relevancia respecto al maltrato en la infancia. Observa que en niños/as asustados/as, víctimas de maltrato infantil, se colapsan los mecanismos comportamentales a fin de tolerar la frustración y la pérdida de confianza en un cuidador impredecible y aterrador. También observa la presencia de comportamientos agresivos, punitivos y a veces con reversión de roles, siendo pacientes y paternales con sus madres, a menudo enfermas.
Hemos de resaltar que no siempre los problemas de apego, son resultado del abuso o maltrato. De hecho, es muy posible que la mayoría de los problemas de apego se deban más a la ignorancia de los padres que al abuso. Afortunadamente esto puede mejorarse con más y mejor educación pública.
Dependiendo de la naturaleza, duración, intensidad y momento en que ocurrió el maltrato o negligencia varían los problemas específicos que podemos observar. Algunos niños padecerán problemas profundos y evidentes, mientras que otros podrían ser tan leves que sería casi imposible relacionarlos con la negligencia en su vida temprana. Sin embargo, es importante recordar estos niños/as han padecido mucho sufrimiento. Existen ciertas áreas que los clínicos experimentados evalúan al trabajar con estos niños/as, ya que dan cuenta de su situación actual: el estado de su desarrollo, sus hábitos alimenticios, las conductas que utilizan para calmarse, su funcionamiento emocional, el modelaje inapropiado y su comportamiento agresivo (Perry, 1999).
Se confirma así que las repercusiones de las relaciones tempranas madre-hijo dejan huellas a largo plazo en la salud mental del individuo. Si aunamos a esto las actuales investigaciones de las neurociencias en relación al desarrollo del cerebro hasta la adultez, observamos que los cambios en niveles estructurales y comportamentales son notables. La experta en el campo del apego, Moneta (2007), afirma: “Con toda la evidencia acumulada llegamos a una conclusión aún más fuerte acerca de la importancia de los vínculos primarios en el desarrollo del cerebro y su vulnerabilidad a enfermar”.
Apego y amor en la edad adulta
Es mediante el apego en la infancia y en la adolescencia que adquirimos una confianza o desconfianza básica, que solo cambia en circunstancias especiales y constantes.
Construimos una especie de código, diferente al social formal y convencional, en el cual hacemos un uso distinto de la mirada, el tacto, el espacio interpersonal, las caricias, los abrazos, los fonemas, las palabras, la expresión de las emociones, etc. Este código sólo lo usaremos entre figuras de apego. Si no adquirimos desde la infancia un código adecuado en este sentido, podemos tener dificultades en el proceso de seducción y en las relaciones que requieren intimidad: no saber mirar, tocar, acariciar, estar cerca, estar desnudo, expresar emociones y no saber ser mirado, etc. (Sánchez, 2015).
Como hemos visto, la figura del apego irá mudando a través de los años. Cabe mencionar que, según Lafuente (1992), al llegar a la senectud (66-85 años) los hijos junto al cónyuge pueden ser las principales fuentes de apego. Según Hazan y Zeifman (1999) y Melero (2008) hay ciertas similitudes en el proceso de vinculación desde la infancia a la edad adulta y son las siguientes:
El contacto físico: tanto en las relaciones de apego con nuestro cuidador como en las de pareja se observan interacciones íntimas únicas y diferentes al resto (el código que mencionamos anteriormente).
Los criterios de selección: nos vinculamos preferentemente con aquellos/as que responden a las necesidades propias y que son agradables, competentes y familiares.
La reacción ante la separación: como ya vimos, la separación con nuestra figura de apego crea mucho estrés y ansiedad, aunque los adultos podemos gestionar mejor las separaciones.
Los efectos sobre la salud física y psicológica: la ruptura de la relación con la figura de apego nos hace más vulnerables de enfermedad física y psicológica.
Posteriores estudios realizados por Ortiz, Gómez y Apodaca (2002); y Gómez (2009) sobre el apego, el vínculo y la satisfacción afectivo-sexual en la pareja confirman la utilidad y vigencia de la teoría del apego al abordar las relaciones afectivas en la etapa adulta, sosteniendo la idea de Bowlby sobre el papel de la vinculación temprana en las experiencias afectivas posteriores. Para ellos, el estado del enamoramiento es lo que hace que dos personas se acerquen con el fin de crear un vínculo estable, caracterizado por la proximidad, la intimidad y la necesidad de seguridad en el otro (justamente lo necesario para el vínculo primordial).
Afirman que los modos de amar están condicionados por los estilos de apego, y, basándose en los tres principales, los definen con las siguientes características:
Estilo de apego seguro: se asocia con relaciones confiadas y positivas. Sus características principales son: mayor autonomía previa, mejor selección de la pareja, mejor establecimiento del vínculo, ideas más favorables y realistas sobre el amor, y una mejor elaboración de la ruptura.
Estilo de apego ansioso: se asocia a relaciones dependientes y a una continua necesidad de confirmación de que se es amado. Sus características principales son: dificultades con la autonomía, búsqueda y selección de pareja precipitada, miedo a no ser amado o amada y a la pérdida, celos más frecuentes, ideas contradictorias sobre el amor, mayor dificultad para romper una relación, Inestabilidad e inseguridad emocional.
Estilo de apego evitativo: tiene que ver con relaciones desconfiadas y distantes. Sus características son: pseudo-autonomia emocional, miedo a la intimidad, dificultad para establecer relaciones, relaciones con poca intimidad, dificultades para las manifestaciones afectivas, ideas pesimistas sobre el amor, aparente facilidad para la ruptura, así como inseguridad camuflada.
Patologías del apego
Es sorprendente constatar cómo son cada vez más los y las profesionales que incorporan es su consulta instrumentos que les permitan evaluar el apego, como la Escala de Massie y Campbell o el Parental Bonding Instrument (Moneta, 2014). Sin embargo, para la evaluación de la organización del apego en jóvenes y adultos, el instrumento de referencia ha sido el Adult Attachment Interview (AAI), que consta de un conjunto de ítems que abordan los principales temas de apego acorde a la teoría de Bowlby. Se le pregunta al paciente sobre el comportamiento de sus figuras parentales y la suya en situaciones específicas tales como dificultades personales, separaciones, experiencias de rechazo y amenazas de abandono por dichas figuras, enfermedades y accidentes, castigos, malos tratos y pérdidas de personas significativas. El objetivo final es evaluar la seguridad del modelo dinámico del apego, es decir, la seguridad del Self en relación al apego (Soares y Dias, 2007).
La relación entre el apego y la salud o patología mental se viene estudiando desde hace mucho tiempo. Está claro que las relaciones de apego tempranas son decisivas para la adquisición de las capacidad de control atencional, regulación afectiva, mentalización, y del sentido de autonomía del infante (Fonagy et al., 2010; cit. en Fonagy y Lorenzini, 2014)
En una intensa revisión sobre el apego y los trastornos de la personalidad realizada en 2014 por Fonagy y Lorenzini, encontramos conclusiones muy relevantes, entre ellas que:
Existe un gran número de investigaciones acerca de los patrones de apego en personas que presentan trastornos de la personalidad, principalmente del clúster B. Se ha demostrado que el apego seguro rara vez se asocia al trastorno de la personalidad límite o por evitación (Meyer, Pilkonis, Proietti, Heape, y Egan, 2001; Westen et al., 2006; cit. en Fonagy y Lorenzini, 2014).
Los estudios confirman que un 50-80% de los pacientes con trastorno límite de la personalidad cumplen los criterios para el estilo ansioso o desorganizado (Agrawal, Gunderson, Holmes, & Lyons-Ruth, 2004; Barone et al., 2011; cit. en Fonagy y Lorenzini, 2014). De hecho, es el apego desorganizado el que más se relaciona con problemas de regulación emocional (Shaw y Vondra, 1995; cit. en Díaz, 2011).
Los adultos con apego ansioso son más propensos a trastornos de la personalidad: histriónico, límite, por evitación y por dependencia, y también son más sensibles al rechazo y a la ansiedad (Fonagy y Lorenzini, 2014).
El elemento más crítico en el desarrollo del apego seguro son las relaciones vinculares de buena calidad; a su vez, el apego seguro emocional más que la estimulación intelectual, es crucial para el desarrollo de una personalidad saludable (Braun y Bock, 2011; cit. en Fonagy y Lorenzini, 2014).
En otro estudio realizado por Reiss y sus colaboradores (1995) se pudo demostrar que el nivel de actitud negativa de los padres y madres frente al hijo/a predice comportamientos antisociales y síntomas depresivos al margen de la predisposición genética. Tengamos en cuenta que muchas de las conductas disruptivas que utiliza el niño (rabietas, conductas desafiantes o agresivas) son estrategias de acercamiento a su figura de apego, y son precursoras de trastornos de la conducta (Díaz, 2011).
En conclusión, la teoría del apego representa un modelo con claras repercusiones para nuestra salud. Es el sistema de apego (integrado por componentes afectivo-cognitivos, motivacionales y conductuales) que al permitir una evaluación constante de la situación, de nuestra figura de apego, y de nosotros/as mismos/as en relación a ella como merecedores o no de cuidados, adquiere una importante función organizacional de nuestra dinámica y la de los demás (Yárnoz, 2013).
Psicoterapia y apego
Según la ya mencionada revisión de Fonagy y Lorenzini en 2014, son tres las intervenciones terapéuticas más relevantes en relación con el apego y con evidencia científica: el Tratamiento Basado en la Mentalización, la Psicoterapia Centrada en la Transferencia y la Terapia de Esquemas. De hecho, en un ensayo controlado aleatorio sobre la Psicoterapia Centrada en la Transferencia (TFP), la Terapia Conductual Dialéctica (DBT) y la Terapia de Apoyo, sólo la TFP logró un cambio positivo en los estilos de apego (Levy et al., 2006; cit. en Fonagy y Lorenzini, 2014).
Además, en el metaanálisis más importante acerca de la influencia de los estilos de apego sobre los resultados psicoterapéuticos en varios diagnósticos y con intervenciones desde distintas orientaciones, realizado por Levy y sus colaboradores en 2011, demostró que el apego ansioso tiende a obtener malos resultados en psicoterapia. Por ejemplo, individuos ansiosos pueden desertar en respuesta a sentirse demasiado dependientes o cercanos al terapeuta y tratamiento. Mientras que el apego evitativo parece no tener efecto, y el apego seguro predice el éxito psicoterapéutico de manera consistente.
El equipo del Doctor Karl Heinz Brisch, ofrece desde el año 2000, una intervención clínica intensiva para jóvenes a partir de los seis años. Los niños/as pasan varias horas al día con terapeutas especializados. Primero reciben un tratamiento individual, y más tarde se complementa el proceso con una terapia grupal que suele incluir métodos de arteterapia, musicoterapia y terapia de movimiento. Dichos tratamientos ayudan a que el niño exprese sin palabras sentimientos relacionados con traumas de su infancia temprana. Además, Brisch cuenta con seminarios y programas preventivos como El programa SAFE ® y otros que imparte tanto a profesionales como a familiares.
Conclusiones
Hoy día la teoría del apego nos permite afirmar que un apego seguro con un cuidador estable y continuo, puede asegurar un adecuado desarrollo cognitivo y mental del niño que llegará a ser adulto, aun tomando en cuenta riesgos genéticos. Es por ello que es de vital importancia para los y las profesionales de la salud la observación del vínculo primario, incluso desde que una madre presenta al médico pediatra a su bebé (probablemente factor suficiente para empezar a diagnosticar un vínculo sano o defectuoso) a fin de poder asesorar, prevenir o intervenir lo más temprano posible.
Por Karemi Rodríguez Batista para Psyciencia
Referencias:
Banz, C y Dörr, A. (2010). Ventanas de oportunidad y capacidad de establecer vínculo afectivo en niños ferales v/s niños abandonados en instituciones. Revista Gaceta de Psiquiatría Universitaria; 6 (1), 38-45.
Bowlby, J. (1969), Attachment and loss, Vol. 1: Attachment. New York: Basic Books.
Bowlby, J. (1973). Attachment and loss, Vol. 2: Separation. New York: Basic Books.
Fonagy, P., y Lorenzini, N. (2014). Apego y trastornos de la personalidad: breve revisión. Mentalización. Revista de Psicoanálisis y Psicoterapia; 2(1), 1-44.
Díaz, J. (2011). Teoría del apego y trastornos de conducta. Disponible en http://www.codajic.org/sites/www.codajic.org/files/Teoria%20del%20apego%20y%20conducta%20antisocial.pdf
Gaschler, K. (2013). El peso del apego temprano. Mente y cerebro; 60, 34-40.
Gómez, J. (2009). Apego y sexualidad; entre el vínculo afectivo y el deseo sexual. Madrid: Alianza Editorial.
Hazan, C. y Zeifman, D. (1999). Pair bonds as attachments: Evaluating the evidence. En J.Cassidy y P.R.Shaver (Eds.), Handbook of attachment: Theory, research and clinical applications (336-354 pp). New York: Guilford Press.
Lafuente, M. J. (1992). Los padres como figuras de apego a lo largo del ciclo vital. Revista de Psicología de la Educación; 4, 81-98.
Levy, K. N., Ellison, W. D., Scott, L. N. y Bernecker, S. L. (2011), Attachment style. Journal of Clinical Psychology; 67, 193–203.
López, F. (1993). El apego a lo largo del ciclo vital. En M.J. Ortiz y S. Yarnoz (Eds.), Teoría del apego y relaciones afectivas (11-62 pp). Bilbao: Universidad del País Vasco/Euskal Erico Unibertsitatea.
Melero, R. (2008). La relación de pareja: apego, dinámicas de interacción y actitudes amorosas: consecuencias sobre la calidad de la relación (Doctoral dissertation), Universitat de Valéncia, Departament de Psicologia Evolutiva i de l'Educació.
Moneta, M. (2014). Apego y pérdida: redescubriendo a John Bowlby. Revista Chilena de Pediatría; 85 (3), 265-268.
Moneta, M. (2007). Apego, resiliencia y vulnerabilidad a enfermar. Revista de Psiquiatría Universitaria; 3 (3): 321-326.
Papalia, D. E., Olds, S. W., Feldman, R. D., y Salinas, M. E. (2005). Desarrollo humano. México, DF: McGraw-Hill.
Perry, B. D. (1999). Maltreated children: experience, brain development and the next generation. New York: Norton & Company.
Reiss, D., Hetherington, E. M., y Plomin, R. (1995). Genetics questions for environmental studies: Differential parenting and psychopathology in adolescence. Arch Gen Psychiatry; 52, 925-936.
Ortiz, M., Gómez, J., y Apodaca, P. (2002). Apego y satisfacción afectivo-sexual en la pareja. Psicothema; 14(2), 469-475.
Sánchez, F. L. (2015). Apego y relaciones amorosas. Informació Psicològica; (82), 36-48.
Soares, I., y Dias, P. (2007). Apego y psicopatología en jóvenes y adultos: contribuciones recientes de la investigación. International Journal of clinical and health Psychology; 7 (1), 177-195.
Yárnoz, S. (2013). Normalidad y patología: aportaciones de las teorías del apego. Disponible en http://www.psiquiatria.com/tratamientos/normalidad-y-patologia-aportaciones-de-las-teorias-del-apego/#